Naty/Naty apareció en mi vida como pop-up de Messenger que indicaba que otro usuario me había agregado. Pero Naty/Naty, como la conocen los bloggers, es Penny Lane para los messengeristas y Natalia Peruzzi para la gente de verdad. Y Natalia, o Penny Lane, porque fue por Messenger, me pidió que escribiera algo para su Blog (este, el que está Usted leyendo, Estimado Lector), pero consideró que yo no podría escribir sobre ella porque no la conocía. Lo cual abre el debate de cuándo se conoce realmente a una persona o si se puede conocer a otro cuando uno jamás termina de conocerse a sí mismo. Pero esto es Desde el Mundo Irreal. Entonces no necesito apegarme a la realidad. Aunque, en realidad, si me apego a la realidad tampoco sería la realidad, sino una representación de ella. Así que, quiera o no, esto sería irreal. Pero eso no quita que Penny Lane fume. Así lo dice la columna a la derecha de su pantalla (y de la mía) y así se refleja en los dientes de la chica en cuestión. Penny Lane empezó a fumar a los dieciséis años. Empezó emulando a Aníbal de Brigada A. Pero como los puros se escapaban de su presupuesto, se conformó con los cigarrillos más tradicionales. Al haber alcanzado las cuatro décadas de adicción, tiene los dientes manchados. Pero es un beneficio. Porque a Penny Lane también le gusta comer tarta pascualina, y los pedazos de acelga suelen pegársele en las paletas, colmillos en incisivos. Al tener los dientes siempre tan sucios, nadie lo nota. Además Penny Lane tiene bigote. Siempre que se mira al espejo, mete para adentro su labio superior y lo observa. Después de un rato, concluye que ella lo ve porque le presta atención, pero que los demás no lo ven. Los demás lo ven. Por eso, Penny Lane no tiene novio. Por eso y porque no está en su lista de prioridades. Su prioridad número uno es ser escritora. La segunda es subir la escalera mecánica de un shopping. La tercera es hacerlo con George Harrison. La primera todavía está en carrera, pero las últimas dos ya son utópicas. La una porque los escalones son muy angostos para su silla de ruedas y la otra porque George ya pasó su etapa de rigor mortis.Agregar a esta persona a mi lista de contactos.
Naty/Naty apareció en mi vida como pop-up de Messenger que indicaba que otro usuario me había agregado. Pero Naty/Naty, como la conocen los bloggers, es Penny Lane para los messengeristas y Natalia Peruzzi para la gente de verdad. Y Natalia, o Penny Lane, porque fue por Messenger, me pidió que escribiera algo para su Blog (este, el que está Usted leyendo, Estimado Lector), pero consideró que yo no podría escribir sobre ella porque no la conocía. Lo cual abre el debate de cuándo se conoce realmente a una persona o si se puede conocer a otro cuando uno jamás termina de conocerse a sí mismo. Pero esto es Desde el Mundo Irreal. Entonces no necesito apegarme a la realidad. Aunque, en realidad, si me apego a la realidad tampoco sería la realidad, sino una representación de ella. Así que, quiera o no, esto sería irreal. Pero eso no quita que Penny Lane fume. Así lo dice la columna a la derecha de su pantalla (y de la mía) y así se refleja en los dientes de la chica en cuestión. Penny Lane empezó a fumar a los dieciséis años. Empezó emulando a Aníbal de Brigada A. Pero como los puros se escapaban de su presupuesto, se conformó con los cigarrillos más tradicionales. Al haber alcanzado las cuatro décadas de adicción, tiene los dientes manchados. Pero es un beneficio. Porque a Penny Lane también le gusta comer tarta pascualina, y los pedazos de acelga suelen pegársele en las paletas, colmillos en incisivos. Al tener los dientes siempre tan sucios, nadie lo nota. Además Penny Lane tiene bigote. Siempre que se mira al espejo, mete para adentro su labio superior y lo observa. Después de un rato, concluye que ella lo ve porque le presta atención, pero que los demás no lo ven. Los demás lo ven. Por eso, Penny Lane no tiene novio. Por eso y porque no está en su lista de prioridades. Su prioridad número uno es ser escritora. La segunda es subir la escalera mecánica de un shopping. La tercera es hacerlo con George Harrison. La primera todavía está en carrera, pero las últimas dos ya son utópicas. La una porque los escalones son muy angostos para su silla de ruedas y la otra porque George ya pasó su etapa de rigor mortis.
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