Cuando fui a sacarme el suéter por que ya había llegado a casita, noté que una de las mangas curiosamente se había enganchado con la pulserita que amorosamente me había regalado mami, desde ese momento en adelante comencé a imaginar como seria mi vida si el suéter fuese imposible de desenganchar e inconvenientemente me obligue a continuar con el toda mi vida.
Imagine lo incomodo que sería para subir al colectivo, para trabajar, o para lavar los platos.
El suéter y yo, juntos para todos lados. Incómodo, incomodísimo. Por ende decidí arrancarlo, y aunque no me hizo gracia romper el fino hilo que nos unía me obligué a hacerlo, sí fue algo egoísta pensar tanto en mi y en mi propia comodidad, pero bueno, era imposible de imaginar una vida tranquila con algo atándome a sus caprichos, en algún momento me tenía que deshacer de él.
Queda usted debidamente notificado. Archívese.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario